Asistir a la iglesia con regularidad no es suficiente para ser cristiano o estar realmente cerca de Dios, al contrario de lo que cree la mayoría de la gente.

El pensamiento es antiguo, pero dormir a diario en un garaje no te convertirá en un coche, del mismo modo que asistir asiduamente a la iglesia no te convertirá en cristiano si fuera de los templos no hay un cambio de actitudes.

Es necesario ir más allá de los muros del templo, es necesario ir más allá de los discursos religiosos y de las jergas bíblicas que a menudo se reducen a meras palabras, que contradicen actitudes anticristianas tan pequeñas y frecuentes que se vuelven imperceptibles para quien las practica, pero inmensas para quien las recibe.

La fe sin actitudes es una fe muerta y una creencia muerta no es más que un cadáver putrefacto que, además de inútil, es perjudicial e incómodo para todos los que se ven obligados a acercarse. Pasar horas, días, meses, años dentro de una iglesia, predicando, trabajando e incluso ofreciendo dinero y donaciones materiales no garantiza la cercanía a Dios.

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La distancia que te separa de Dios es la misma que te separa de las personas con las que convives a diario, ya sea por vínculos familiares o afectivos, o por necesidades profesionales.

No en vano Jesús colocó el amor al prójimo ¿Por qué no puso la asistencia al templo como mandamiento, o los servicios diarios, o el compromiso de trabajar dentro de la iglesia como uno de los puntos principales de la fe cristiana?

Ciertamente, porque desde la época de Jesús había asiduos al templo cuya relación con el prójimo estaba rodeada de legalismo, juicios, impiedad, opresión, injusticia y crueldad.

Desde los tiempos de Jesús hasta ahora, ha pasado el tiempo, y hoy hay mucha gente que no sale de las iglesias, que habla de Dios todo el tiempo, ve pecado en todo, pero hace un infierno en la vida de sus vecinos, a veces por envidia, a veces por resentimientos varios y a veces porque se consideran tan santos que tienen derecho a despreciar a los "pecadores" que no practican sus "actos de fe".

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Por no hablar de los numerosos religiosos laicos que explotan a los asalariados pagando salarios injustos y exigiendo, sobre todo a los hermanos de fe, la máxima producción y compromiso profesional, llegando incluso al acoso moral.

Por supuesto, ir a una iglesia es esencial y muy importante, sea cual sea la que prefieras. Sin embargo, está lejos de ser un templo que construya una verdadera relación con Dios, a través de la obediencia al mandamiento de amar al prójimo como a uno mismo.

Así que antes de ir a la iglesia, reflexiona sobre lo que has hecho y haces fuera de ella.

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